en Transición, de Postdoc a Profesor Investigador
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“Adriana, te llamo para ofrecerte el puesto de profesor investigador en nuestra universidad. Nos encantó tu investigación y creemos que encajarías perfectamente en nuestro departamento.”
Quería gritar: “¡SI, ACEPTO!”
Pero traté de mantener la calma. Sabía que debía haber una serie de negociaciones antes de aceptar formalmente, así que solo dije: “Que buena noticia, estoy muy emocionada”.
La llamada acabó. Me senté en mi auto por unos minutos. Fui al tercer piso de la casa en la que vivo, a mi pequeño estudio-apartamento, donde mis padres y un hermano que estaban de visita me esperaban, y les dije: “me ofrecieron el trabajo”.
No me sentía diferente, pero si más ligera; me acababan de quitar un gran peso de encima.
Los últimos dos años habían sido difíciles. Me mudé del sur de California a New Hampshire para mi postdoc. Mi esposo y yo decidimos que llevaríamos una relación a larga distancia durante este tiempo. Todo con el fin de tener la mejor preparación y seguir mi sueño de una carrera académica. ¿Pero por cuánto tiempo estaríamos en esta situación? La verdad no sabía. Tal vez un año o dos, pero sinceramente, no importaba. Yo estaba enfocada en mis metas. En retrospectiva, fue mucho más fácil pensarlo y planearlo durante el último año de mi doctorado, que cuando lo viví.
Nunca en mi vida había vivido un verdadero invierno. Sin embargo, las tormentas de nieve, las temperaturas bajo cero, y el paleo de la nieve no fueron lo peor. Lo peor fueron los días oscuros a las 3 pm, la inestabilidad de los contratos académicos y estar lejos de mis seres queridos. Lo bueno es que estaba en un muy buen laboratorio, con una excelente asesora, en una buena universidad y un proyecto de investigación muy interesante.
Aún así, los desafíos del mercado laboral académico terminaron por afectarme a pesar de que me sentía preparada; mis asesoras siempre fueron sinceras conmigo: “en estos tiempos es sumamente difícil conseguir un trabajo de profesor investigador”. Estaban en lo correcto. Tuve una entrevista de trabajo unos pocos meses después de haber empezado mi postdoc. Tenía el perfil perfecto, pero no me ofrecieron el trabajo. Seguí adelante y pensé que el siguiente año seguro tendría más entrevistas, pero me equivoqué. Empecé mi segundo año de postdoc con algunos problemas de salud y familiares que me afectaron muchísimo. Fue muy difícil mantener la productividad mientras lidiaba con estos problemas. Encima de todo, no tuve ninguna entrevista de trabajo en todo el año y me sentí derrotada. Durante esta época, el apoyo de mi asesora, mi esposo, mi familia, y unos cuantos amigos, fue invaluable.
Nunca en mi vida había vivido un verdadero invierno. Sin embargo, las tormentas de nieve, las temperaturas bajo cero, y el apaleo de la nieve no fueron lo peor. Lo peor fueron los días oscuros a las 3 pm, la inestabilidad de los contratos académicos y estar lejos de mis seres queridos.
Poco a poco, comencé a recuperar mi salud y empecé mi tercer año de postdoc motivada. Nunca pensé que sería postdoc por más de dos años, ya que el tiempo promedio de postdoc en mi área es de dos años, pero estaba tranquila y no me oponía a la idea de ser postdoc por uno o dos años más. Obtuve una beca muy prestigiosa al principio de mi tercer año de postdoc y pude quedarme en la misma universidad y el mismo laboratorio por dos años más. Pero este año todo fue diferente. En cuanto empecé a enviar solicitudes de trabajo obtuve muchas entrevistas, y unos meses después, la llamada que había estado esperando y una oferta de trabajo. Que felicidad.
Ahora me encuentro terminando con mis proyectos de postdoc y me preparo para comenzar mi nuevo puesto de profesor investigador. Pero honestamente, todo este tiempo me he sentido en transición. He aprendido muchísimo y lo que más resalta, es que debes tener muchísimos privilegios, de muchas formas distintas, para obtener un puesto académico de profesor investigador.
Lo que me permitió mantenerme enfocada en mi meta de ser profesor investigador fueron privilegios. Tengo un esposo que me apoya y que ha sacrificado mucho por mi y que ha puesto mis metas académicas por encima de las suyas. He tenido asesores y mentores que me han apoyado siempre. Tengo ‘pedigrí’ en mi área, ya que mi asesora de doctorado, así como mi asesora de postdoctorado, son investigadoras renombradas. No tengo hijos ni tengo que cuidar de nadie, así que tengo tiempo y un horario muy flexible. Tengo muy pocas deudas, especialmente en comparación con muchas personas que han tenido que financiar sus estudios o que tienen una familia que mantener.
… debes tener muchísimos privilegios, de muchas formas distintas, para obtener un puesto académico de profesor investigador.
Siento pena por esto. En los últimos años he visto gente maravillosa alejarse del ámbito académico porque es sumamente rígido, y esa inflexibilidad, los ha empujado fuera. Constantemente pienso que me gustaría que el ámbito académico fuera más inclusivo y sobre todo pienso, “¿Qué puedo hacer para hacer el ámbito académico más inclusivo?” No tengo una respuesta aún. Pero mientras me preparo para empezar mi nuevo puesto, intentaré no olvidar el apoyo de mis asesores, de mi esposo, de mi familia y mis amigos, que han hecho una gran diferencia en mi vida y que me ha permitido estar en la situación en la que me encuentro ahora, una situación en la que gozo de mucho privilegio. Conforme me despido del noreste de los Estados Unidos y me preparo para abrazar el clima caliente y seco del desierto de Chihuahua de Nuevo México, estoy feliz de no tener que soportar de nuevo un invierno tan gélido. Sin embargo, definitivamente extrañare los hermosos paisajes de New Hampshire, mi universidad y la gente que hizo que mi tiempo ahí fuera inolvidable. Sobre todo, deseo y espero más estabilidad y más sol.