Rodeada de cientos de abejas durante una entrevista a la alcaldesa de Loíza, Puerto Rico acerca de un recogido de miel, me preguntaba qué me asustaba más, las abejas, entrevistar a la alcaldesa, o el hecho de que estaba cubriendo mi primera asignación como periodista científica. Afortunadamente, salí ilesa – de las abejas, de la entrevista y de la asignación.
Fue una tarea memorable trabajando para el periódico puertorriqueño El Nuevo Día como parte del AAAS Mass Media Fellowship durante el verano del 2021. Me sorprendió que mi editor me enviara a Loíza por mi cuenta. Lo primero que pensé fue “¿Él sabrá que yo no sé lo que estoy haciendo?”. Pero el hecho de que él confiara en mí me hizo sentir que sí podía hacerlo. Y lo hice.
Esa primera asignación estableció el ritmo del resto del verano. Constantemente me empujaba fuera de mi zona de confort, lo cual me permitió crecer, no solo en habilidades como reportera, sino también en confianza en mí misma.
Había terminado mi doctorado en neurociencia con un “minor” en comunicación científica de la Universidad de Wisconsin-Madison tan solo un mes antes de comenzar el internado. Mi experiencia en investigación me dio una buena base para entender el proceso científico, lo cual puede ser útil, especialmente escribiendo acerca de temas en ciencia que no conozco bien. Por otra parte, el “minor” en comunicación científica me dio la teoría para entender lo que es comunicación científica. Pero necesitaba experiencias que me llevaran de la teoría a la práctica. Había escrito artículos para diferentes medios, pero El Nuevo Día fue mi primera experiencia trabajando para un periódico a tiempo completo.
Lo primero que pensé fue “¿Él sabrá que yo no sé lo que estoy haciendo?”. Pero el hecho de que él confiara en mí me hizo sentir que sí podía hacerlo. Y lo hice.
Sabía el prestigio del Mass Media Fellowship, y probablemente esa fue la razón por la cual me tomó tanto tiempo aplicar. Fui a una orientación acerca de cómo aplicar al internado por dos años corridos. Recuerdo haber pensado que sonaba genial, pero que no había manera de que yo entrara porque no tenía la experiencia suficiente.
Un secreto: no la necesitaba.
Cuando se acercaba el final de mi doctorado y decidí que quería una carrera en comunicación científica, comencé a buscar trabajo, aún sintiendo que necesitaba una experiencia inmersiva en escritura científica antes de comenzar un empleo a tiempo completo como escritora. La aplicación para el Mass Media Fellowship apareció en mi Twitter, y decidí aplicar cuando sólo quedaban algunos días para que cerrara la aplicación.
Luego de varios meses, recibí la noticia de que, no solo me habían aceptado en el programa, sino que escribiría para un periódico en Puerto Rico, lo cual significaba que iría a casa.
Al ser nacida y criada en Puerto Rico, me llenaba de emoción la posibilidad de aprender más acerca de la ciencia en la isla y compartirla con otros. Una de mis partes favoritas del verano – además de devorar platos puertorriqueños como mofongo, mariscos frescos y frappé de frutas – fue producir comunicación científica en español que fuera culturalmente relevante para los lectores. Ayudó que, para muchas de las historias, tenía el contexto que me permitía contar una historia completa.
Varios eventos significativos en Puerto Rico, algunos de los cuales presencié como el terremoto de enero del 2020, fueron relevantes para las historias que escribí. Desastres naturales recientes, la renuncia del gobernador tras dos semanas de protesta en el 2019, el uso de Vieques como campo de bombardeos por la marina de los Estados Unidos en los 90, y por supuesto, la pandemia del COVID-19, todavía tienen gran impacto en la ciencia que se hace en la isla. Saber el trasfondo de estos eventos informó la manera en la que escribí cada historia.
Escribí artículos acerca de una variedad de temas científicos y ambientales incluyendo abejas, murciélagos, serpientes, agricultura, neurociencia, alimentos, coronavirus, y más. También escribí acerca de temas indirectamente relacionados a la ciencia para otras secciones del periódico como deportes y cultura, lo cual me enseñó a pensar en la audiencia de cada sección y cómo contar la historia de manera que fuera relevante para ellos.
Me tomó un poco de tiempo aprender esto. Para la historia de las abejas, publicada en la sección de negocios, mi editor movió párrafos y oraciones en mi primer borrador, de manera que los números y la información de finanzas fueran la idea central de la historia, y la ciencia fuera secundaria. Aprendí a poner a la audiencia primero pensando en lo que ellos quieren leer, y no en lo que yo quiero escribir.
Aprendí a poner a la audiencia primero pensando en lo que ellos quieren leer, y no en lo que yo quiero escribir.
También tuve que superar mi eterno miedo a hablar con extraños porque las entrevistas, como sabes, son parte esencial del periodismo. Aunque la mayoría de ellas fueron por Zoom o por teléfono, tuve la oportunidad de hacer algunas entrevistas en persona. Las primeras entrevistas se sintieron como si estuviera leyendo un libreto, y me ponía nerviosa cada vez que no podía pensar en buenas preguntas en medio de una conversación. Eventualmente comencé a sentirme más cómoda con las entrevistas – aunque algunas veces todavía me aterran. Aprendí qué preguntas hacer y cómo hacerlas, lo cual llevó a que las conversaciones fluyeran de manera más natural.
Las entrevistas más memorables que hice fueron para una historia larga acerca de los efectos de la pandemia del COVID-19 en la salud mental de las personas en Puerto Rico. Entrevisté a personas que contaron sus dificultades con salud mental, y a profesionales de salud mental que trabajaron durante la pandemia. Mis estudios graduados estuvieron enfocados en cambios en el cerebro debido a la depresión. Es un tema que considero importante y pienso que es necesario que normalicemos el hablar de salud mental. Mi meta principal era pintar un cuadro de los efectos de la pandemia en la salud mental, ayudar a las personas a entender cuán común eran estos efectos, y proveer recursos para aquellos lectores que necesitaran ayuda. Al menos dos de las personas que entrevisté mencionaron que sintieron vergüenza al enfrentar problemas de salud mental, y deseaban contar su historia para motivar a otros a buscar ayuda.
Ese artículo fue el más retante para escribir. No sólo el proceso de entrevistas fue emocionalmente difícil, también fue retante combinar varias voces y crear una historia coherente. Cuando miro hacia atrás, creo que es la historia de la cual estoy más orgullosa.
Le debo gran parte de mi éxito en El Nuevo Día a mi editor. Él mostró confianza en mí desde el primer día, me dio la libertad de trabajar en proyectos que me interesaban, editó mis historias sin eliminar mi voz, me animó y guió en lo momentos cuando me sentía estancada, y me empujó fuera de mi zona de confort. También me motivó a descansar y aprovechar mi tiempo libre fuera del trabajo, lo cual necesitaba aprender después de más de cuatro años de escuela graduada.
Las historias que escribí suman 28, incluyendo cuatro artículos largos y para cuatro secciones del periódico diferentes. Pero al final, no es la cantidad de artículos lo que uso para medir el éxito. Es la confianza que siento ahora cuando entrevisto, son las destrezas que adquirí, la red de escritores y editores que conocí en El Nuevo Día y el internado – incluyendo a mi asombroso grupo de colegas – es usar es destrezas para compartir ciencia y destacar científicos puertorriqueños, y el sentir que soy buena en lo que hago – y esto nada más vale mucho.
Ahora soy escritora científica a tiempo completo en el Waisman Center de la UW-Madison, y parte de mi trabajo es hacer conexiones con la comunidad hispanohablante en Wisconsin, y desarrollar y compartir contenido científico que sea relevante y accesible. Aunque solo llevo dos meses en esta posición, puedo decir que mi experiencia en El Nuevo Día me preparó para este rol. El síndrome del impostor todavía se asoma de vez en cuando. Especialmente cuando estoy frente a páginas en blanco o artículos con demasiadas palabras en rojo por ediciones. Pero ahora sé cómo manejar esos momentos.
Although I am only two months into my new position, I can confidently say that my experience at El Nuevo Día prepared me well for this role.
Las abejas en Loíza, como sus primos en otras partes, encuentran la forma de regresar al panal. Pueden hacerlo aún cuando las sueltan en un territorio extraño a varias millas del panal – es como encontrar el camino de regreso a Madison desde Toronto con tan solo mirar la posición del sol o el paisaje a mi alrededor. Simplemente está integrado en su ADN el deseo y la obligación de traer néctar y proveer para su familia.
En cierto sentido, lo mismo hago; con cada historia que escribí aprendía más de la flora y fauna de Puerto Rico, crecía en apreciación por nuestra rica cultura, y estaba en constante asombro por la contribución de los boricuas a los avances en la ciencia, salud, y tecnología en la isla. Aún si me aventuro lejos de mi hogar, como las abejas al panal, no puedo evitar regresar a Puerto Rico una y otra vez.